La Torre inclinada
El próximo día 26 de abril visitaré la Universidad de Pisa con el propósito de impartir una conferencia con el título “Open Economy: Rules for a changing World”. La verdad es que, aunque he estado en otras ocasiones en Italia, nunca antes he tenido el placer de visitar esta ciudad.
Por supuesto, espero con inquietud el momento de visitar el “campanile” de la Catedral. El campanario, según me he informado, tiene una altura de 55,7 metros desde la base y un peso estimado de 14.700 toneladas. Siete campanas, que se corresponden cada una de ellas con una nota de la escala musical, culminan el monumento armonizando los elementos góticos con el estilo románico de la torre. Sin embargo, no es por todo esto por lo que el “campanile” es mundialmente conocido. Tampoco alcanzó esta fama por emplazarse en la denominada “Piazza dei miracoli". El “campanile”, vamos la Torre, es famosa porque está inclinada y añade a su nombre esta curiosa característica ya que es conocida universalmente como la Torre inclinada de Pisa.
Cualquier empresa estaría deseosa de contar con semejantes cualidades que combinan la diferenciación, la identificación de la marca con la cualidad de la misma y un amplio conocimiento de la empresa a nivel global. En este caso, por desgracia, la cualidad que la distingue supone un peligro para su supervivencia. Su inclinación, debida a una deficiente cimentación y a un terreno inestable, supone el problema principal al que se enfrenta. Al final, el terreno cederá y toda la estructura se desplomará irremediablemente, aunque según los expertos no va a ocurrir al menos en unos 300 años. Me temo, sin embargo, que en la Open Economy las torres con débiles cimientos construidas en terrenos (mercados) inestables, aunque tengan cualidades que las hagan únicas, no tardarán tanto en ceder en su estructura y desplomarse.
La inestabilidad del terreno es una característica que está presente en todos los mercados de la economía actual. Antes calificábamos a los mercados en estables e inestables, dependiendo del grado de variabilidad e incertidumbre que estos generasen. Actualmente, prácticamente todos los mercados sufren de una gran inestabilidad que les lleva a evolucionar continuamente y en muchas ocasiones pasan con facilidad de la evolución a la revolución. Para hacer frente a la inestabilidad del terreno es necesaria una buena cimentación, es decir; pilares sólidos (personas, financiación, organización y plan de negocio), buenos materiales (tecnología, materias, instalaciones,…) y la adecuada profundidad (experiencia).
Pero si la inestabilidad se combina con movimientos sísmicos y estos alcanzan los grados altos de la escala, la Torre no aguanta solamente con una buena cimentación, sino que además es necesaria una estructura flexible que sea capaz de soportar tales vaivenes. Necesitamos flexibilidad (adaptación), la flexibilidad que soporte los previsibles movimientos o inesperados terremotos mejor que el resto de Torres y edificaciones del entorno global. Una forma de conseguirlo es mediante unos “modelos de negocio” que enderecen la Torre y que busquen nuevas características diferenciales más sostenibles y duraderas a la vez que menos peligrosas.
Contaré cómo ha ido mi estancia en Pisa y espero que aquellos que trabajan con o en Torres inclinadas tengan un plan que les permita reaccionar en caso de que sufran algún que otro movimiento brusco, como los que ya están afectando a algunos de los que hasta ahora eran considerados sólidos terrenos.
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