domingo, 19 de agosto de 2007

¿Global warming = global business?

Vaya por delante la preocupación de quien suscribe este post por el medio ambiente. Aunque realmente no me considero un activista de la causa ecologista, sin embargo entiendo que el desarrollo debe ser sostenible, y eso implica el respeto y la defensa de nuestro entorno natural.

Dicho esto, quiero llamar la atención sobre un mensaje omnipresente en los medios de comunicación y por tanto en la cultura popular, este es el "global warming" o el calentamiento global. El calentamiento global, el efecto invernadero o el deshielo de los casquetes polares se han convertido en objeto de animada conversación de café. Aunque tengamos dificultades para usar correctamente nuestro mando de la tele, sin embargo florecen nuevos doctores en el "greenhouse effect".

Nuestra querida Wikipedia nos dice que el calentamiento global se refiere al incremento de la temperatura de la tierra y de los océanos debido a distintas causas, tales como el incremento de las emisiones de CO2 producidas por el hombre, el producido por los océanos o las variaciones en la actividad solar.

Sin embargo, la teoría oficial del cambio climático atribuye su responsabilidad exclusiva a la acción del hombre. Los posibles efectos del calentamiento global son bien conocidos a través del famoso video "an inconvenient truth" que el ex vicepresidente norteamericano Al Gore se encarga de difundir, ¿o debería decir promocionar? Lo primero que me sorprende es que ante tal avalancha de catástrofes, deshielos, inundaciones, tsunamis, malaria,… tengamos que sensibilizarnos sobre este tema tras pasar por caja para adquirir una copia del famoso vídeo, porque me temo que en el sitio web oficial de Al Gore no tenemos acceso a su visionado pero si a un enlace a la tienda Amazon donde podemos adquirirlo.

Yo no soy quien para poner en duda las teorías científicas sobre el cambio climático, pero este post coincide con la aparición de una noticia en la que la NASA ha tenido que admitir que la serie de temperaturas que se estaban utilizando para evaluar el cambio climático eran erróneas. Ahora bien, cada uno tendrá que evaluar si la información que recibimos es verídica o no lo es. Para todos aquellos que queráis tener otra versión sobre el cambio climático podéis visitar "the globalwarming swindle" y ver su video.

¿Pero cómo responde a esto el consumidor? Pues con miedo a lo desconocido y aplicando el principio de prudencia "más vale prevenir que curar". La industria, conocedora de ello, se apunta a la nueva moda "green". Por ejemplo, la industria automovilística responde masivamente. Skoda insertó este año anuncios a toda página con el lema “nos han puesto verdes” y hablando de las cualidades poco contaminantes de sus motores, Renault ha creado Eco2 definiendo sus coches como ecológicos, económicos y reciclables y lo mismo ocurre con Honda quien promete coches que respeten el medio ambiente.

Otras empresas también se están apuntando a la moda verde, Acciona promete 7.000 millones de euros de inversión en energías renovables en los próximos tres años y Endesa afirma estar comprometida por la lucha con el cambio climático en su página corporativa. Incluso las compañías petrolíferas como BP o las aerolíneas como Virgin se apuntan a la moda verde.

Bienvenidas sean todas estas muestras de buena voluntad. Pero seamos también conscientes que antes de poner en marcha la Oficina del Cambio Climático es necesario tener en buen sistema de reciclaje, limpiar nuestros montes para evitar incendios indiscriminados, vigilar los vertidos ilegales a nuestras aguas, etc. Lo que no es aceptable es que el cambio climático sea un nuevo argumento de compra y que la estrategia utilizada sea “si no compras verde, tú eres el causante del desastre”. El marketing del miedo usa siempre el principio de precaución como argumento para orientar la decisión de compra y esto es lo que está ocurriendo en este caso.

Nosotros como consumidores tenemos nuestra responsabilidad ante el entorno natural pero nunca ante nuestros políticos o las multinacionales. Bajo ningún concepto hemos de permitir como consumidores que se nos demonice por no comprar un “coche verde”.

martes, 7 de agosto de 2007

No es plagio, es descarga

Hace algo más de un mes que los medios de comunicación se hicieron eco de la sentencia por la que se condenó al Institut Valencià de la Música y al Instituto Cervantes de Nápoles a pagar 6.000 € por plagiar una obra con licencia copyleft. La repercusión, como todo lo que tiene que ver con la propiedad intelectual en este país y no afecta a la industria de la música, fue cuando menos escasa. Incluso la respuesta de la blogocosa, al menos de la parte noble, fue casi inexistente. Hay que reconocer que da mucho más juego lo de los mercedes de Alejandro Sanz. Es una pena. Y eso que este era un caso de los que puede comprender todo el mundo y que podría haberse utilizado como ejemplo para la sensibilización general.

El caso que origina la sentencia, que por desgracia no es único sino bastante habitual podríamos resumirlo así:

  1. La administración pública/organismo intermedio/entidad A en el ejercicio de sus competencias decide elaborar una determinada obra. Digamos que una biografía como era el caso del IVM. Pero podría ser una guía de una ciudad, un manual de nuevas tecnologías o cualquier otra obra. No es relevante para la historia. Lo que sí es relevante es que el tiempo apremia y los dineros son escasos, como siempre.
  2. El responsable del proyecto en la entidad A inicia una ronda de petición de presupuestos, con las características de la obra que se pretende elaborar, a las empresas consultoras con las que suele trabajar habitualmente.
  3. Con la media docena de presupuestos recopilados se reúne el comité de la entidad A encargado de adjudicar la contratación. Llama la atención que un par de las consultoras presentan presupuestos mucho más bajos que el resto. Y por bajos quiero decir, la mitad o menos del precio medio.
  4. Como hemos dicho que los dineros son escasos se adjudica el trabajo a uno de los presupuestos notablemente más baratos, sin pensar en cómo es posible que haya tal disparidad de precios. Al fin y al cabo ya hemos dicho que el tiempo apremia y buscar una explicación lo consume.
La explicación, sin embargo, es sencilla, y el caso completamente típico. Una empresa de tercera con pocos escrúpulos, en lugar de un equipo de investigación cualificado (que cuesta dinero) descarga lo que puede, copia y pega de aquí y de allí y hace un trabajo aparentemente decente en un tiempo record. Internet hace catedráticos instantáneos. El resultado en la entidad A es un trabajo razonablemente bien realizado de una forma muy económica. Lo que normalmente no llega a ocurrir es que la historia finalice con una sentencia por plagio y un poco de escarnio público para la entidad A.

Además por desgracia la moraleja en este caso es que plagiar es barato, casi gratuito. Escribir la biografía habría costado mucho más de lo que va a costar pagar la multa. Y además casi no ha habido escarnio público. Vamos, un chollo.

Como las posiblidades de que te ocurra lo que al IVM son escasas harán falta muchas más sentencias (y muchos más artículos de personas más influyentes que yo) antes de que haya una mínima sensibilidad al problema y se consideren reprobables este tipo de actitudes. Todos conocemos casos en los que se copia alegremente contenido de Internet (sobre todo de la Wikipedia), y para colmo de la cara dura va y se le pone el símbolo de copyright al resultado final. Reservándose todos los derechos. Los derechos de los demás, claro está.

Por mucho que hablemos de economía del conocimiento, de Open Economy o de economía de la innovación, o comoquiera que os guste llamarla, no va a llegar sóla. Un buen comienzo sería valorar el conocimiento. Ya que tenemos la posibilidad de acceder al conocimiento que miles de personas, muchas con más cualificación de la que vamos a llegar a tener jamás, han publicado en internet, deberíamos pensar en cómo podemos aprender y aportar algo. Sin embargo es mucho más fácil descargarlo y hacer pasar el trabajo ajeno por nuestro. Como dice Juan Vicente a sus alumnos, "una cosa es copiar, y otra cosa es descargar..." Mal futuro nos espera en la economía del conocimiento con esa actitud.

La contribución en lo que al software se refiere no se nos da bien, pero en el resto de disciplinas tampoco estamos muy sobrados. Todavía estamos lejos de ejemplos como el de Alemania, donde se dedican fondos públicos a la mejora de recursos comunes como la Wikipedia en vez de plagiarlos. Todavía recuerdo la cara que me pusieron la primera vez que propuse algo parecido en un proyecto para una conocida administración pública. Supongo que no le vieron la rentabilidad política. En fin, lo dicho, una pena.