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miércoles, 3 de septiembre de 2008

Las patentes de software

Las patentes, son desde hace varios siglos, un instrumento con el que los estados han intentado fomentar la innovación, otorgando derechos exclusivos a los inventores. Por ejemplo, el número de patentes por millón de habitantes es un métrica aceptada para medir la innovación de los países y la productividad de los científicos.


También es algo comúnmente aceptado que la influencia del sistema de patentes resultó decisiva para el desarrollo de las revoluciones industriales. No resulta extraño, por tanto, que en algunos países como Estados Unidos se haya aplicado la misma legislación a la industria del software y que no se hayan previsto las consecuencias. Hay muchos ejemplos que ilustran los absurdos a los que se ha llegado debido a la patentabilidad del software. Uno de mis favoritos es la patente 6,727,830, es decir, la que protege el doble-click y que pertenece a Microsoft desde el año 2004. No hacen falta muchos comentarios al respecto.

Podemos dudar si el problema es la posibilidad de patentar el software o que se están concediendo patentes sobre conceptos sobre los que no deberían haberse concedido, ya sea por errores o sencillamente porque las oficinas de patentes no entienden aún la industria del software. Al fin y al cabo llevan décadas juzgando las innovaciones de la industria del acero o del automóvil y unos pocos años las relativas al software. Por desgracia no parece que el proceso de aprendizaje vaya avanzando ya que esta misma semana se ha concedido en Estados Unidos la patente 7,415,666, que en esencia define el Avance Página/Retroceso de Página (Page Up/Page Down). Parece una broma, pero por desgracia hay cientos de patentes de este tipo.

Por el momento en Europa, aunque no sin dificultades, estamos consiguiendo mantener a nuestros legisladores al margen de esta tentación. Se trata de un debate profundamente intoxicado por los interesados, sobre todo las grandes compañías de la industria. Me resulta especialmente triste ver como pequeñas empresas y asociaciones defienden ferozmente el derecho a patentar ese modesto software que han construido durante muchos años de esfuerzo y que es la base de su negocio. Su razón, intentar protegerse de que se lo copie la pequeña empresa de al lado. Sin embargo no son conscientes de que ese software violaría tantas pantentes previas que ni siquiera existiría. ¿O ese software no usa el doble-click?

Como he defendido en otras ocasiones, en la Open Economy el mejor instrumento para favorecer la innovación es la apertura, la colaboración y la libre circulación del conocimiento (sobre todo el obtenido con financiación pública) en su sentido más amplio.

domingo, 25 de mayo de 2008

¿Realmente vale la pena iniciar un proyecto en internet en español?

En el artículo acerca de los nuevos modelos de negocio que se están comenzando a caracterizar en esta internet renovada por la corriente web 2.0, dejé abierta la reflexión de si algo de lo dicho era válido para la "web en español". Curiosamente una de las preguntas que me hicieron en la mesa redonda del Golbaltech 08, fue en esa dirección:

"¿y es posible aplicar todo esto que nos has contado a un proyecto local?"
Lo cierto es que, como respondí en aquella ocasión, estoy convencido de que no es posible. Y además no veo cercano el momento de que esto vaya a cambiar, por mucho que nos digan que casi todas las empresas ya utilizan internet y de que casi la mitad de la población está conectada. Juas! Aunque sea una visión interesada, creo que el análisis que hace Google de los empresarios latinos es mucho más cercano a la realidad. Evidentemente el mensaje es interesado, pero las cifras de gasto en publicidad en la red Adwords son un dato objetivo y seguramente sean más representativas que unos pocos miles de encuestas lanzadas a directivos cuyos correos electrónicos los responden sus asistentes.

Si nos fijamos en un par de casos de éxito de proyectos en Internet fundados por españoles, como Hoopshype y Panoramio, ninguno de ellos se pensó para usuarios hispanohablantes. Cierto que Panoramio está en español, pero se lanzó primero en inglés y está traducido al español igual que a otros más de 30 idiomas. En Hoopshype ni siquiera se concibió que pudiese traducirse. ¿Para qué? Los anunciantes no están interesados en un mercado que apenas existe.

Aunque este análisis no es nada académico, no voy a incluir mis percepciones personales como usuario, pero lo cierto es que me encuentro mucho más cómodo interaccionando en la internet anglosajona. Por lo general las personas se molestan en responder al correo electrónico y las relaciones son mucho más productivas.

En fin, si pensáis aprovechar esta edad dorada de internet en la que nos encontramos para fundar un proyecto que aproveche las reglas de la Open Economy, mi consejo es que lo hagáis en inglés :)

lunes, 31 de marzo de 2008

Free! o cómo funcionan los nuevos modelos de negocio... aunque no en español

Fuente: WikipediaCuando leí The Long Tail me pareció una caracterización increiblemente inspirada, y sobre todo didáctica, de lo que está ocurriendo en algunos mercados gracias a la irrupción de Internet. Es uno de esos libros que describen realidades, probablemente obvias para muchos, pero que no resulta nada fácil explicar a quien no está inmerso en ellas. En mi opinión el gran mérito de Chris Anderson, está precisamente en eso, en ser capaz de describir con fluidez una realidad tremendamente compleja, que además es nueva y que aún no ha sido estudiada desde una óptica académica ni científica. Cuando leí el libro no hice grandes descubrimientos, quizá porque yo estaba experimentando y de algún modo participando y contribuyendo a estos cambios desde mucho antes. Sin embargo me fue muy útil para ser capaz de describir mejor a partir de entonces todo lo relacionado con la Open Economy. Y es que esta economía no entra en los temarios de Empresariales, o no dí con la optativa apropiada.

Entre otros efectos, la lectura de aquel libro me dio el empujón final para comenzar con este pequeño proyecto (este mes ha cumplido su primer año online) que es Open Economy junto con Juan Vicente. Hace unas semanas Chris Anderson ha vuelto a publicar un artículo, como preludio a su próximo libro FREE, que promete ser mucho más influyente que The Long Tail. Lo ha publicado en la revista Wired, como en el caso de The Long Tail en 2004, aunque esta vez yo lo he descubierto a través de su blog, no leyendo Wired como la vez anterior. Curioso círculo.

Para los que no lo hayáis leido, The Long Tail (aunque conozcáis la archifamosa gráfica) el libro se basa en el estudio de las innovaciones introducidas en sus respectivas industrias por compañías como Amazon, Google, eBay, etc y de otras menos conocidas en España como NetFlix. En definitiva, de los supervivientes de la primera oleada de compañías que prestan sus servicios a través de la red.

En Free!, Chris Anderson va a ser mucho más ambicioso y describe modelos de negocio renovados, basados en la entrega de servicios gratuitos, en casi cualquier industria, no sólo en las que giran en torno a la red. Aunque sí gracias a las ventajas que ofrece la abundancia de usuarios y de ancho de banda y de otras materias primas de la economía digital.

Sin embargo, la primera reflexión que me provocó la lectura del artículo es "Muy Bien, así es cómo funcionan las cosas cuando hablas inglés, pero ¿Existen mercados Open Economy en español?". Yo creo que todavía no y que además llevamos camino de tardar bastantes años en que se terminen formando. De todos modos, como este razonamiento se merece una explicación, habrá artículo al respecto próximamente.

Para finalizar , y como medida de la influencia de que puede llegar a tener este artículo/futuro libro, un detalle. En la búsqueda "free" (una de las más competitivas) en Google el artículo es ahora mismo el cuarto resultado de búsqueda. Y hace tan sólo un mes que se publicó en Wired...

miércoles, 6 de febrero de 2008

De Yahoo! y Microsoft o sobre quien es el bueno y quien es el malo


Quienes somos usuarios de internet desde principios de los 90 tenemos un cariño especial por Yahoo! Esta empresa nos cautivó a muchos cuando el directorio organizado por Jerry Yang y David Filo era la única forma de darse una vuelta por aquella minúscula web de entonces. Muy poco después llegó Altavista intentando dar una primera aproximación (bastante buena para la época) al problema de la búsqueda en la web. Nunca he entendido por qué habitualmente, incluso en prensa presuntamente especializada, se describe a Yahoo! como un buscador, cuando nunca se ha distinguido por ese servicio. De hecho, posiblemente el error estratégico más grave en su breve pero intensa historia fue precisamente no dar importancia al problema de la búsqueda. Si lo hubiese hecho la historia de la web y de internet habría sido muy diferente y ningún usuario de a pie habría llegado a saber de Google.

En mi caso se da la circunstancia de que no soy usuario de ninguno de los servicios de Yahoo!, ni siquiera de Flickr. Tengo cuenta Del.icio.us pero no he llegado a utilizarla nunca. Para alguien que es lo que se dice un heavy user de casi todo en Internet desde hace bastante más de una década es un dato curioso. A pesar de que hace muchos años que Yahoo! no presta ningún servicio que a mí me interese lo más mínimo tengo una simpatía irracional por esta empresa cuyos avatares la última semana han hecho correr ríos tinta y sobre todo llenado Kbytes de información en blogs y medios online.

En esta escasa semana desde el anuncio de la OPA hostil de Microsoft sobre Yahoo! se ha dicho y escrito ya de todo. Sin embargo, si hay un común denominador en todo lo que he leido es en presentar la historia como el bueno, paladín de la internet abierta y libre, agredido por el malo malísimo de la tecnología. Y la verdad, yo no lo veo tan claro.

Y es que si consideramos la apertura como uno de los principios básicos que mueven la innovación en Internet, Yahoo! no se ha distinguido nunca por ser un actor protagonista en esa película. En realidad, siempre ha ido por detrás de empresas como Google intentando jugar a la apertura, pero aparentemente sin comprender demasiado bien cómo hacerlo. Si pensamos en alguno de sus principales servicios, Yahoo! Messenger es una red cerrada como la de Microsoft Windows Live Messenger. De hecho, mi experiencia es que Yahoo! ni se molesta en contestar a los correos que recibe, pero esa es otra historia que ya contaré otro día. Desde hace años, seguramente desde el estallido de la burbuja, yo veo Yahoo! más cercana a las viejas empresas de la industria del entretenimiento que a las compañías dinámicas, innovadoras y abiertas que pueblan internet. De hecho, hasta hace bien poco ha estado dirigida por un viejo tiburón de la industria del entretenimiento.

Supongo que en el fondo la mayor parte de los análisis que he leido esta semana están tintados por simpatías irracionales como la mía. En definitiva, que yo no veo tanto choque cultural en una posible integración, ni un freno para la innovación en Internet, ni tan siquiera un bueno y un malo tan claros. Pero seguro que el que está equivocado soy yo.

jueves, 20 de diciembre de 2007

El canon digital

Asisto atónito a la implantación de un “renovado impuesto” sobre una serie de soportes digitales como los teléfonos móviles, los mp3, las grabadoras,… No entiendo como en un país que se supone avanzado, podemos legislar tratando de poner puertas al campo.

Partimos del respeto a la protección de los derechos de autor de cualquier creación sobre el soporte que sea y según los derechos que este autor quiera aplicar sobre su obra (que tampoco es fácil). Pero partamos también del derecho a la libertad individual sobre el uso definitivo que cada uno demos a los teléfonos móviles, mp3 y demás artilugios de nueva generación.

Mis derechos individuales son al menos tan importantes como los de los autoproclamados “representantes de la cultura española”. Es bastante pretencioso por parte de estos señores y señoras, artistas y “artistos”, suponer que yo quiera utilizar esos dispositivos para hacer nada con ninguna de sus obras. En principio NO ME INTERESA SU PRODUCTO, NO SOY SU CLIENTE Y ADEMÁS NO QUIERO SERLO POR IMPERATIVO LEGAL.

¿Alguien se ha parado a pensar, que a lo que aquí asistimos es a un cambio de modelo de negocio de un sector empresarial-profesional, que ve como Internet y las nuevas tecnologías cambia el sistema que hasta ahora había funcionado? ¿Por qué no protegemos también a los hasta ahora distribuidores de la cultura, como los videoclubes, tiendas de música, librerías,…? Creemos un canon que compense a los distribuidores por los DVDs que ya no alquilamos, los libros que no compramos y los discos que no adquirimos.

Los artistas y “artistos” se han dado de bruces con la Open Economy y en vez de ver una oportunidad huyen despavoridos y nos echan la culpa de sus males a todos los demás, “los delincuentes”. Este sector empresarial debería ver una gran oportunidad en Internet, como medio de llegar directamente y sin intermediarios a sus clientes finales, de editar un disco con un coste irrisorio, de utilizar sistemas de impresión bajo demanda, de establecer diálogos con sus seguidores a través de la red, de abrir canales para mostrar sus obras digitales, de abaratar sus costes de promoción, de utilizar el buzz ante un buen producto, de aprovechar nuevos medios de distribución,…

Tal vez el sector se tenga que reconvertir, diseñar nuevas formas de comercializar su producto, dejar de pensar en la subvención y pasar a la acción, y si no YO TAMBIEN QUIERO MI CANON.

lunes, 24 de septiembre de 2007

¿Alguien quiere ser ingeniero?

Una buena parte de mis amistades y de mis relaciones profesionales son ingenieros de formación, la mayor parte de telecomunicaciones. Mi primera etapa en la universidad me llevó a obtener esa titulación y mi trabajo actual se desarrolla en ese área así que no hay nada de especial en esto. Lo que que sí es realmente curioso es que unos pocos años después de terminar los estudios casi ninguno de los ingenieros con que me relaciono quiere serlo en realidad. Una sencilla observación de la trayectoria profesional en estos últimos años de esta pequeña muestra convierte esta afirmación, aparentemente descabellada, en una hipótesis bastante razonable.

En los últimos años un número elevado de estos ingenieros, en general con menos de 10 años de experiencia profesional, han dedicado un esfuerzo nada despreciable a realizar estudios de especialización en administración de empresas. Cada uno en función de sus posibilidades, de su economía, de su tiempo disponible o de su perspectivas laborales y en general en el clásico formato MBA. Yo mismo, siguiendo esa tendencia fui más pertinaz todavía y obtuve el título de diplomado en empresariales por la Universidad de Valladolid. Desde la primera asignatura hasta la última. No contento con esto, cuando terminen de aclararse con el EEES, supongo que me licenciaré o graduaré o como quiera que acaben llamando al título superior.

El objetivo de este aparente desperdicio de energía suele ser abandonar un trabajo técnico, que no está bien valorado, y obtener lo que habitualmente se llama un trabajo de gestión, mucho más vistoso y normalmente mejor remunerado. El caso es que nos encontramos con ingenieros de 30 años cuya aspiración profesional es dejar de serlo y que dedican un esfuerzo importante a conseguirlo. No parece que tenga mucho sentido si caminamos hacia una economía de servicios intensivos en conocimiento. Si ejercer como ingeniero a los 30 "está mal visto", o mal remunerado, ¿quién va a innovar? ¿puede extrañarnos el déficit de empresas de base tecnológica? ¿Es extraño que las estadísticas nos sitúen a la cola en todos los indicadores donde se baten en el cobre las sociedades del conocimiento?

El caso de la ciencia es mucho más grave ya que un científico que quiera tener unas condiciones laborales dignas tiene como única alternativa emigrar a países como EE.UU., Reino Unido o Alemania. Aunque el problema que subyace en mi opinión es el mismo, que nuestra sociedad no valora el trabajo de científicos e ingenieros, dedicaré otro artículo a nuestros sufridos científicos por las singularidades con que castigamos a la ciencia en este país. Además, no me parece de buen gusto mezclar ingenieros, aunque sea con MBA antes de los 30, bien remunerados en general, con científicos, en general doctores, con serias dificultades para conseguir un contrato de trabajo y empezar a cotizar a la Seguridad Social antes de cumplir los mismos 30 años.

domingo, 19 de agosto de 2007

¿Global warming = global business?

Vaya por delante la preocupación de quien suscribe este post por el medio ambiente. Aunque realmente no me considero un activista de la causa ecologista, sin embargo entiendo que el desarrollo debe ser sostenible, y eso implica el respeto y la defensa de nuestro entorno natural.

Dicho esto, quiero llamar la atención sobre un mensaje omnipresente en los medios de comunicación y por tanto en la cultura popular, este es el "global warming" o el calentamiento global. El calentamiento global, el efecto invernadero o el deshielo de los casquetes polares se han convertido en objeto de animada conversación de café. Aunque tengamos dificultades para usar correctamente nuestro mando de la tele, sin embargo florecen nuevos doctores en el "greenhouse effect".

Nuestra querida Wikipedia nos dice que el calentamiento global se refiere al incremento de la temperatura de la tierra y de los océanos debido a distintas causas, tales como el incremento de las emisiones de CO2 producidas por el hombre, el producido por los océanos o las variaciones en la actividad solar.

Sin embargo, la teoría oficial del cambio climático atribuye su responsabilidad exclusiva a la acción del hombre. Los posibles efectos del calentamiento global son bien conocidos a través del famoso video "an inconvenient truth" que el ex vicepresidente norteamericano Al Gore se encarga de difundir, ¿o debería decir promocionar? Lo primero que me sorprende es que ante tal avalancha de catástrofes, deshielos, inundaciones, tsunamis, malaria,… tengamos que sensibilizarnos sobre este tema tras pasar por caja para adquirir una copia del famoso vídeo, porque me temo que en el sitio web oficial de Al Gore no tenemos acceso a su visionado pero si a un enlace a la tienda Amazon donde podemos adquirirlo.

Yo no soy quien para poner en duda las teorías científicas sobre el cambio climático, pero este post coincide con la aparición de una noticia en la que la NASA ha tenido que admitir que la serie de temperaturas que se estaban utilizando para evaluar el cambio climático eran erróneas. Ahora bien, cada uno tendrá que evaluar si la información que recibimos es verídica o no lo es. Para todos aquellos que queráis tener otra versión sobre el cambio climático podéis visitar "the globalwarming swindle" y ver su video.

¿Pero cómo responde a esto el consumidor? Pues con miedo a lo desconocido y aplicando el principio de prudencia "más vale prevenir que curar". La industria, conocedora de ello, se apunta a la nueva moda "green". Por ejemplo, la industria automovilística responde masivamente. Skoda insertó este año anuncios a toda página con el lema “nos han puesto verdes” y hablando de las cualidades poco contaminantes de sus motores, Renault ha creado Eco2 definiendo sus coches como ecológicos, económicos y reciclables y lo mismo ocurre con Honda quien promete coches que respeten el medio ambiente.

Otras empresas también se están apuntando a la moda verde, Acciona promete 7.000 millones de euros de inversión en energías renovables en los próximos tres años y Endesa afirma estar comprometida por la lucha con el cambio climático en su página corporativa. Incluso las compañías petrolíferas como BP o las aerolíneas como Virgin se apuntan a la moda verde.

Bienvenidas sean todas estas muestras de buena voluntad. Pero seamos también conscientes que antes de poner en marcha la Oficina del Cambio Climático es necesario tener en buen sistema de reciclaje, limpiar nuestros montes para evitar incendios indiscriminados, vigilar los vertidos ilegales a nuestras aguas, etc. Lo que no es aceptable es que el cambio climático sea un nuevo argumento de compra y que la estrategia utilizada sea “si no compras verde, tú eres el causante del desastre”. El marketing del miedo usa siempre el principio de precaución como argumento para orientar la decisión de compra y esto es lo que está ocurriendo en este caso.

Nosotros como consumidores tenemos nuestra responsabilidad ante el entorno natural pero nunca ante nuestros políticos o las multinacionales. Bajo ningún concepto hemos de permitir como consumidores que se nos demonice por no comprar un “coche verde”.

martes, 7 de agosto de 2007

No es plagio, es descarga

Hace algo más de un mes que los medios de comunicación se hicieron eco de la sentencia por la que se condenó al Institut Valencià de la Música y al Instituto Cervantes de Nápoles a pagar 6.000 € por plagiar una obra con licencia copyleft. La repercusión, como todo lo que tiene que ver con la propiedad intelectual en este país y no afecta a la industria de la música, fue cuando menos escasa. Incluso la respuesta de la blogocosa, al menos de la parte noble, fue casi inexistente. Hay que reconocer que da mucho más juego lo de los mercedes de Alejandro Sanz. Es una pena. Y eso que este era un caso de los que puede comprender todo el mundo y que podría haberse utilizado como ejemplo para la sensibilización general.

El caso que origina la sentencia, que por desgracia no es único sino bastante habitual podríamos resumirlo así:

  1. La administración pública/organismo intermedio/entidad A en el ejercicio de sus competencias decide elaborar una determinada obra. Digamos que una biografía como era el caso del IVM. Pero podría ser una guía de una ciudad, un manual de nuevas tecnologías o cualquier otra obra. No es relevante para la historia. Lo que sí es relevante es que el tiempo apremia y los dineros son escasos, como siempre.
  2. El responsable del proyecto en la entidad A inicia una ronda de petición de presupuestos, con las características de la obra que se pretende elaborar, a las empresas consultoras con las que suele trabajar habitualmente.
  3. Con la media docena de presupuestos recopilados se reúne el comité de la entidad A encargado de adjudicar la contratación. Llama la atención que un par de las consultoras presentan presupuestos mucho más bajos que el resto. Y por bajos quiero decir, la mitad o menos del precio medio.
  4. Como hemos dicho que los dineros son escasos se adjudica el trabajo a uno de los presupuestos notablemente más baratos, sin pensar en cómo es posible que haya tal disparidad de precios. Al fin y al cabo ya hemos dicho que el tiempo apremia y buscar una explicación lo consume.
La explicación, sin embargo, es sencilla, y el caso completamente típico. Una empresa de tercera con pocos escrúpulos, en lugar de un equipo de investigación cualificado (que cuesta dinero) descarga lo que puede, copia y pega de aquí y de allí y hace un trabajo aparentemente decente en un tiempo record. Internet hace catedráticos instantáneos. El resultado en la entidad A es un trabajo razonablemente bien realizado de una forma muy económica. Lo que normalmente no llega a ocurrir es que la historia finalice con una sentencia por plagio y un poco de escarnio público para la entidad A.

Además por desgracia la moraleja en este caso es que plagiar es barato, casi gratuito. Escribir la biografía habría costado mucho más de lo que va a costar pagar la multa. Y además casi no ha habido escarnio público. Vamos, un chollo.

Como las posiblidades de que te ocurra lo que al IVM son escasas harán falta muchas más sentencias (y muchos más artículos de personas más influyentes que yo) antes de que haya una mínima sensibilidad al problema y se consideren reprobables este tipo de actitudes. Todos conocemos casos en los que se copia alegremente contenido de Internet (sobre todo de la Wikipedia), y para colmo de la cara dura va y se le pone el símbolo de copyright al resultado final. Reservándose todos los derechos. Los derechos de los demás, claro está.

Por mucho que hablemos de economía del conocimiento, de Open Economy o de economía de la innovación, o comoquiera que os guste llamarla, no va a llegar sóla. Un buen comienzo sería valorar el conocimiento. Ya que tenemos la posibilidad de acceder al conocimiento que miles de personas, muchas con más cualificación de la que vamos a llegar a tener jamás, han publicado en internet, deberíamos pensar en cómo podemos aprender y aportar algo. Sin embargo es mucho más fácil descargarlo y hacer pasar el trabajo ajeno por nuestro. Como dice Juan Vicente a sus alumnos, "una cosa es copiar, y otra cosa es descargar..." Mal futuro nos espera en la economía del conocimiento con esa actitud.

La contribución en lo que al software se refiere no se nos da bien, pero en el resto de disciplinas tampoco estamos muy sobrados. Todavía estamos lejos de ejemplos como el de Alemania, donde se dedican fondos públicos a la mejora de recursos comunes como la Wikipedia en vez de plagiarlos. Todavía recuerdo la cara que me pusieron la primera vez que propuse algo parecido en un proyecto para una conocida administración pública. Supongo que no le vieron la rentabilidad política. En fin, lo dicho, una pena.

sábado, 30 de junio de 2007

El respeto a la privacidad que nos espera


Cuando leo una noticia sobre un anuncio legislativo relacionado con Internet normalmente me echo a temblar. Incluso antes de leerlo. Después de directivas de retención de datos, leyes de servicios de sociedad de la información (incluyendo reformas que no llegan), leyes de protección de datos imposibles de cumplir, entidades de gestión de derechos de autor intentando hacerse policía y juez de la red, ... comprenderéis que no me quede demasiado optimismo en el cuerpo.

Esta vez le ha tocado innovar al gobierno alemán con una creativa interpretación de la directiva europea sobre retención de datos. Pretenden algo así como que no se puedan prestar servicios de comunicación sin identificar al usuario. Además no se conforman con el momento, sino que además quieren la posición. ¡¡Suspiro!! y chiste malo: "Heisenberg estaría encantado". Simplificando mucho, pero el fondo es ese, que el anonimato en la red no gusta a los gobiernos, ni siquiera a los democráticos. Y claro, como lo de las fronteras en Internet parece que tampoco lo tienen claro, pues restringen las obligaciones para los prestadores en lo que se refiere sólo a ciudadanos alemanes. La verdad es que han puesto el listón muy alto para que podamos superar el despropósito, pero no me atrevo a subestimar a nuestros legisladores.

Los medios españoles apenas se hicieron eco en su día e incluso ahora que Google se ha “puesto digno” haciéndose el ofendido y ha reabierto el dabate, su amenaza de cerrar Gmail en Alemania prácticamente ha pasado desapercibida en España. Será que no es importante ni interesante. Al fin y al cabo no deja de ser uno más en la lista de despropósitos a que nos tienen acostumbrados el primer poder y el segundo poder cada vez que se acercan a los bits. Menos mal que el tercer poder suele andar un poco más fino y acaba siendo razonable aunque sea después de varias sentencias .

Al margen de lo que nos importe nuestra privacidad y de discutir acerca de si protegernos de los malos (terroristas y delincuentes sexuales principalmente) lo justifica todo. ¿Se habrán parado a pensar lo que pretenden sencillamente no es posible? ¿No se lo habrá explicado nadie? No quiero decir que los problemas que pretenden abordar no existan y que no haya que darles una solución. Por supuesto que sí, pero habrá que ser un poco más imaginativos, porque si no la forma de hacerlo está clara. China ya nos ha enseñado el camino. Claro que este enfoque tiene algún problema con las libertades a las que estamos acostumbrados en occidente.

Uno de los riesgos que tiene la Open Economy es que las legislaciones trasladadas de escenarios anteriores ahoguen los nuevos enfoques que están surgiendo en la prestación de servicios. Disfrutemos de esta edad de oro de internet antes de que una serie de regulaciones mal enfocadas acaben con todo lo que la convierte en especial.

domingo, 13 de mayo de 2007

Estándares abiertos. Sencillamente, porque no puede ser de otra forma

El caso es que llevaba algún tiempo pensando en cómo abordar este artículo y la celebración el sábado que viene (19 de Mayo) del segundo “Open Discussion Day”, me ha dado la excusa perfecta. Se trata de una iniciativa modesta, como corresponde a la escasa sensibilidad existente en torno a la cuestión de los estándares abiertos.

Podría escribir varios artículos más o menos académicos enumerando los beneficios de utilizar estándares abiertos, pero ese esfuerzo será mucho más productivo si dedico ese tiempo a contribuir a los artículos que ya existen en la Wikipedia. Me lo anoto en la lista de tareas. Prefiero dedicar hoy este espacio a poner un par de ejemplos que inviten a la reflexión a quienes no hayan dedicado hasta el momento unos minutos a pensar en la cuestión. Quienes ya lo hayan hecho pueden saltarse el resto del artículo porque seguro que ya utilizan todos los estándares abiertos que conocen. No puede ser de otro modo.

Empecemos por los protocolos de red, desde los que no vemos aunque estén ahí (TCP, IP, Ethernet, etc.) hasta los que “tocamos” a diario aunque no estemos muy seguros de su nombre (los del correo electrónico, y por supuesto los que hicieron posible la web). Internet está construida sobre los efectos beneficiosos de los estándares abiertos en los protocolos de comunicación, esto es, sobre la posibilidad de que cualquiera pueda construir servicios universales que coexistan y se comuniquen con los que ya existen. No es posible que ningún servicio que viaje sobre Internet, si de verdad tiene vocación de ser universal, pueda crear un coto cerrado construyendo barreras basadas en una especificación propietaria. Puede que tengan su momento, incluso una base de usuarios grande. Es posible hasta que quien lo creó lo venda por un buen dinero. Sin embargo acabará cediendo, abriéndose o desapareciendo como ha ocurrido en otras ocasiones. Símplemente porque Internet es así. Ahora estamos en el momento de MSN Messenger en la mensajería instantánea o Skype con la telefonía sobre IP. En ambos casos, existen estándares abiertos, Jabber para mensajería instantánea y SIP para telefonía sobre IP, que permiten elegir el proveedor y seguir interconectándose con el resto del mundo que usa estándares abiertos. En cambio, si eres usuario MSN Messenger, sólo puedes hablar con usuarios de MSN Messenger. Si eres usuario Skype, sólo puedes hablar con usuarios de Skype. ¿A alguien le parece razonable? Por simplificar, ¿alguien usaría un correo electrónico de hotmail si sólo pudiese comunicarse con usuarios de hotmail? ¿Alguien sería cliente de Telefónica si sólo pudiese hablar con abonados de Telefónica?.

Con el caso de los datos la situación es aún más curiosa, porque bajo el argumento de los “estándares de hecho” parece que la situación “está bien como está” y apenas existe debate al respecto (salvo el círculos muy reducidos). Con los documentos ofimáticos, o adopto el estándar de facto o no puedo comunicarme ni con la administración pública, que es la primera que asume que he pagado una licencia en concreto para abrir los documentos que me ofrece como administrado. El usuario ha asumido con absoluta resignación que los ordenadores se cuelgan y que los datos sólo pueden abrirse con el programa con el que fueron creados... y con suerte con una versión posterior del mismo. En general, con la misma naturalidad ha asumido que las licencias no se pagan y que los archivos que creó hace diez años nunca más podrá volverlos a abrir si la herramienta que utilizó ha dejado de existir. Una lástima. Supongo que nuestros datos no nos importan demasiado, ya que en caso contrario usaríamos aplicaciones que guarden nuestros documentos de oficina en Open Document, como por ejemplo OpenOffice, o cualquier aplicación que almacene los datos de calendario siguiendo la especificación iCalendar para gestionar nuestras agendas.

Cuando uséis servicios o programas basados en especificaciones “cerradas” pensad que la historia de Internet (corta, pero intensa) nos dice que todo lo que se ha construido con ese principio ha acabado desapareciendo. ¿Todavía alguien piensa en serio que puede imponer a todo el planeta un formato único y cerrado?

Desde Open Economy dejamos este modesto artículo como pequeña contribución a la difusión del “Open Discussion Day” y sobre todo al fomento de la utilización (o creación) de estándares abiertos. Sencillamente, porque no puede ser de otra manera.

domingo, 15 de abril de 2007

La Torre inclinada

El próximo día 26 de abril visitaré la Universidad de Pisa con el propósito de impartir una conferencia con el título “Open Economy: Rules for a changing World”. La verdad es que, aunque he estado en otras ocasiones en Italia, nunca antes he tenido el placer de visitar esta ciudad.

Por supuesto, espero con inquietud el momento de visitar el “campanile” de la Catedral. El campanario, según me he informado, tiene una altura de 55,7 metros desde la base y un peso estimado de 14.700 toneladas. Siete campanas, que se corresponden cada una de ellas con una nota de la escala musical, culminan el monumento armonizando los elementos góticos con el estilo románico de la torre. Sin embargo, no es por todo esto por lo que el “campanile” es mundialmente conocido. Tampoco alcanzó esta fama por emplazarse en la denominada “Piazza dei miracoli". El “campanile”, vamos la Torre, es famosa porque está inclinada y añade a su nombre esta curiosa característica ya que es conocida universalmente como la Torre inclinada de Pisa.

Cualquier empresa estaría deseosa de contar con semejantes cualidades que combinan la diferenciación, la identificación de la marca con la cualidad de la misma y un amplio conocimiento de la empresa a nivel global. En este caso, por desgracia, la cualidad que la distingue supone un peligro para su supervivencia. Su inclinación, debida a una deficiente cimentación y a un terreno inestable, supone el problema principal al que se enfrenta. Al final, el terreno cederá y toda la estructura se desplomará irremediablemente, aunque según los expertos no va a ocurrir al menos en unos 300 años. Me temo, sin embargo, que en la Open Economy las torres con débiles cimientos construidas en terrenos (mercados) inestables, aunque tengan cualidades que las hagan únicas, no tardarán tanto en ceder en su estructura y desplomarse.

La inestabilidad del terreno es una característica que está presente en todos los mercados de la economía actual. Antes calificábamos a los mercados en estables e inestables, dependiendo del grado de variabilidad e incertidumbre que estos generasen. Actualmente, prácticamente todos los mercados sufren de una gran inestabilidad que les lleva a evolucionar continuamente y en muchas ocasiones pasan con facilidad de la evolución a la revolución. Para hacer frente a la inestabilidad del terreno es necesaria una buena cimentación, es decir; pilares sólidos (personas, financiación, organización y plan de negocio), buenos materiales (tecnología, materias, instalaciones,…) y la adecuada profundidad (experiencia).

Pero si la inestabilidad se combina con movimientos sísmicos y estos alcanzan los grados altos de la escala, la Torre no aguanta solamente con una buena cimentación, sino que además es necesaria una estructura flexible que sea capaz de soportar tales vaivenes. Necesitamos flexibilidad (adaptación), la flexibilidad que soporte los previsibles movimientos o inesperados terremotos mejor que el resto de Torres y edificaciones del entorno global. Una forma de conseguirlo es mediante unos “modelos de negocio” que enderecen la Torre y que busquen nuevas características diferenciales más sostenibles y duraderas a la vez que menos peligrosas.

Contaré cómo ha ido mi estancia en Pisa y espero que aquellos que trabajan con o en Torres inclinadas tengan un plan que les permita reaccionar en caso de que sufran algún que otro movimiento brusco, como los que ya están afectando a algunos de los que hasta ahora eran considerados sólidos terrenos.

viernes, 30 de marzo de 2007

Crear en tiempos revueltos

La protección de la propiedad intelectual siempre ha sido una cuestión de equilibrio. Equilibrio entre control y acceso. El férreo control deseado por parte de los creadores sobre el objeto de su trabajo y el acceso barato y universal ansiado por los usuarios consumidores sobre las obras creativas. Tan simple y tan complicado como eso. La ley, a través del copyright, ha sido la puerta a la que han llamado los creadores cada vez que una nueva tecnología ha permitido un mayor acceso, amenazando su control.

El conflicto actual no es nuevo, ni tan siquiera característico de esta época de Open Economy. En el pasado también surgieron nuevas tecnologías que proporcionaron copias más baratas (video, casete, vinilo, etc) y modos de difusión (radio, televisión, etc), que rompieron los mecanismos de control establecidos sobre las obras creativas proporcionando un mayor acceso. La ley, en estos casos, actuó para devolver el equilibrio. Unas veces extendiendo los derechos de los autores (concediendo cánones o estableciendo plazos de control más largos) y otras no haciéndolo (reconociendo así un mayor derecho en el acceso de los usuarios), y considerando suficientemente remunerados a los autores.

Lo que quizá sea nuevo es que nunca el control se vio amenazado desde los dos frentes a la vez, el de la copia (gracias a la tecnología digital) y el del acceso (gracias a esta maravillosa Internet). La tecnología nos ha dado, casi a la vez, la copia perfecta y la posibilidad del acceso casi ubicuo (pronto lo será). Un reto demasiado grande para los modelos de negocio basados en el control de la copia y la distribución.

No parece razonable que la solución sea criminalizar y perseguir a los consumidores finales como pretenden los del control, ni tampoco nacionalizar el trabajo de los autores bajo la bandera del acceso libre a la cultura. Tampoco debemos olvidar que no son los autores de obras musicales los únicos amenazados, aunque los medios de comunicación sólo se fijen en esta parte del conflicto. La propiedad intelectual también protege otras creaciones, como el software, el mismo software que posibilita copiar y difundir las obras musicales. Curiosa paradoja.

Resolver de una forma efectiva el conflicto es imprescindible para fomentar la innovación, que es en esencia el objetivo último que persigue la protección del copyright. Nunca antes hemos tenido a nuestra disposición un espacio de creatividad tan extraordinario como Internet ni la oportunidad de colaborar más y de forma más efectiva, de organizarnos y de crear cosas cada vez mejores... ¿vamos a pasarnos una década discutiendo modelos que no tienen ningún sentido en los nuevos escenarios tecnológicos? ¿no sería mejor dedicar todas esas energías a crear y a buscar nuevas formas de generar valor con esas creaciones que no se basen en el control?

Algunos valientes visionarios hace ya dos décadas que retorcieron las herramientas que les daba la legislación vigente e inventaron licencias geniales para el software que creaban. Otros inspirados aunque ahora enfrentados intentaron dar respuesta para otros tipos de trabajos creativos a la concesión de derechos de autor más allá del todopoderoso copyright. Iniciativas como Creative Commons nos han permitido ver que entre el todo o nada hay una amplio abanico de posibilidades en el que cada autor puede elegir las condiciones en que quiere que se utilice su obra... y saltarse los intermediarios

En Open Economy vamos a publicar, bajo una licencia Creative Commons, porque sin ser una solución perfecta, sí nos ofrece mucha más flexibilidad que el Copyright. No hemos elegido una licencia más permisiva, porque por desgracia, podría dar lugar a casos como el de “Everyone is an expert”, legales, pero indudablemente poco razonables y bastante desagradables. De nuevo los intermediarios que no aportan valor. Quizá para otras creaciones.

viernes, 16 de marzo de 2007

La libertad sin costes tiene muchos adeptos, la contribución algunos menos

En cualquier conversación sobre negocios de tecnología es habitual que algún avezado directivo presuma de la cantidad de dinero que su empresa factura vendiendo servicios basados en software open source. Después de un primer momento de inocencia en el que albergo la esperanza de que alguien en la tundra tecnológica en la que habitamos esté creando valor participando en alguna de las múltiples comunidades que desarrollan software bajo licencias abiertas, siempre ocurre lo mismo. Con el fin de iniciar una conversación acerca de la forma en que gestiona los recursos que aparentemente no aportan facturación a la empresa pero que parece que contribuyen al sostenimiento de un producto estratégico de la misma, hago la “inocente” pregunta ¿y cuántos recursos aportas anualmente a esta comunidad?. La respuesta siempre es la misma, un mirada fría, entre incrédula y molesta, como si le estuviese intentando fastidiar, seguida de un incómodo silencio en el que nadie sabe qué decir. En fin, haciendo amigos otra vez, acabo pensando. Cada vez que me encuentro en alguna situación de este tipo no sé qué es más duro, que realmente no contribuyan de ninguna forma a las comunidades que parasitan o que ni siquieran hayan pensado en la posibilidad de hacerlo. Estoy casi seguro de que no lo han considerado porque de lo contrario habrían desarrollado alguna excusa para no entrar en la situación que acabo de describir.

La situación no es muy distinta a la que se presenta cada vez que algún ciber-político progre de la tecnología (o al menos eso piensa de sí mismo él y los que le asesoran) se jacta de los millones de euros que se ahorra tal o cuál administración en licencias de software. ¿Por qué no presumen de los cientos de miles de euros (y todavía les quedaría balance positivo) que aportan a tal o cuál proyecto o comunidad de software libre? ¿No aportarán nada? Espero que no sea así pero tampoco pondría la mano en el fuego, que estamos en España. Iniciar una pequeña investigación al respecto me da pereza porque me aterran los resultados que puedo encontrarme, pero en cuanto disponga de un poco de tiempo lo haré y prometo compartir el resultado. Estoy casi seguro de que si realmente la aportación fuese significativa un gobernante (del partido que sea) no perdería la oportunidad de reclamar la correspondiente cuota de cariño del electorado. En mi modesta opinión, con ese tipo de actitudes descalifican cualquier esfuerzo que realmente estén haciendo. ¿Por qué les gustará tanto asociar libre con gratis en vez de con libertad? ¿Será porque no estudiaron inglés de pequeños? Y eso que de vez en cuando pasean a Stallman por las conferencias que organizan.

Mi forma de contribuir en este sentido es bien sencilla. Siempre recomiendo a quienes me piden asesoramiento acerca de tal o cuál servicio basado en software libre que les ofrece su proveedor que le hagan la pregunta con la que comenzaba esta entrada: ¿y cuánto contribuyes a esa comunidad de desarrollo? La respuesta a esta pregunta es la mejor medida no solamente de la profesionalidad del proveedor sino también del conocimiento real que tiene del servicio que vende (la discusión entre producto y servicio la dejamos para próximos artículos). Por no hablar de su ética empresarial.

Además es una forma de hacer un consumo responsable, también en tecnologías de la información. Los parásitos devoran los recursos del huesped en el que se alojan y en muchos casos lo acaban destruyendo. Confiemos en que la Open Economy sea capaz de crear anticuerpos para defenderse.